Polarización ideológica con baja participación

Antes que nada: mi apuesta fue que ganaba Hillary Clinton. Y a pesar del resultado en Estados Unidos, el Reino Unido y Colombia pienso seguir jugándole a lo que dicen las encuestas. En series largas, es ganancia fácil. Falible y todo, viene demostrando ser mejor método que la intuición o el análisis ensayístico.

No soy ni remotamente especialista en elecciones de Estados Unidos, pero me detengo en el detalle de la cantidad de votos. Trump sacó 1 millón menos que Mitt Romney en 2012 y 300 mil menos que John McCain en 2008. Ellos perdieron, pero cosecharon más adhesiones.

Además, Bush Junior ganó su reelección en 2004 con 2 millones y medio más apoyos, en un país que tenía casi 30 millones menos habitantes.

El resultado, por lo tanto, se explica menos en el poder convocante del discurso petardista del vencedor que en el mal desempeño de su rival (agreguemos que tanto Hillary como Trump sacaron casi 6 millones menos votos que Barack Obama en la anterior elección). A no autoflagelarse tanto con la debacle de la civilización.

Guarda con la campaña del miedo

Aquí hago una reflexión sobre la campaña de contraste que llevó adelante la candidata demócrata. Era la mejor estrategia con una postulación que despertaba tan poco entusiasmo como la suya.

Más aún después de unas primarias en las que su contrincante Bernie Sanders se encargó de dejar muy en claro que ninguna mejora ostensible podría venir de una presidencia suya. Fue tan eficaz en asociarla con el establishment que hasta varios miembros del Partido Republicano salieron a hacer campaña por ella.

El miedo al triunfo de Trump fue movilizante, y tal vez haya sido perjudicial que dos semanas antes a la elección se consolidara la diferencia a favor de Hillary.

Aunque descartaban su triunfo, hasta el Washington Post y el New York Times reflejaron en los últimos días una tendencia a favor del republicano. La vincularon a las denuncias contra Clinton, pero quizás haya tenido su origen también en que muchos hayan mejorado sus expectativas sobre el resultado y no hayan ido a votar.

Nuestra indestructible capacidad de asombro

A todos nos gusta ser testigos vivos de la historia, sentirnos protagonistas del devenir de la humanidad. Sugiero esperar un poco para denunciar el final de una era.

La elección de Trump puede haber sido histórica por lo caricaturesco del candidato, pero sin dudas no por la mediocre participación electoral.

E incluso en cuanto al primer supuesto, tengo mis reparos. La ignorancia como virtud y los valores retrógrados que enarbolaban Ronald Reagan (otro outsider) y el segundo Bush también supieron despertar muestras de alarma e histeria en los sectores liberales de las grandes ciudades.

No los habrán resistido con aguante como lo vienen haciendo los que se movilizaron en estos días en Nueva York o Los Ángeles, pero también sufrieron categóricos rechazos a nivel global.

Lo que tal vez se esté evidenciando no sea más que la agrietada polarización ideológica que sigue existiendo en un país que abandonó el apartheid hace apenas 50 años.

En cuanto a que un oficialismo pueda perder elecciones en una economía que no ha sabido resolver inequidades sociales extremas, remito a un muy buen análisis de Humberto Guardia, publicado aquí.

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Autor: juancourel

Un océano de conocimiento de 5 centímetros de profundidad.

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