Un padre

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Me costaba decir que Manolo era como un padre, porque el mío siempre estuvo presente y él tenía sus propios hijos. Sin embargo lo fue. Después de todo, se acompañaron con mi madre durante poco menos de treinta años y se trataron con mi hijo como abuelo y nieto por poco más de uno.
En mi relación con él siempre estuvo la política, el whisky sin hielo, la literatura, la buena gastronomía y el buen vino (en dosis pequeñísimas), algo de fútbol (cada vez menos), itinerarios de viajes y chistes malísimos. Todo rodeado por una presencia cálida y sosegada.
Fue Manolo quien me presentó a quien terminó siendo mi jefe por más de una década. Le debo casi toda mi carrera política y profesional, y no soy el único.
Con el paso del tiempo, cuando se empezó a poner viejo, lamenté no haber sabido aprovechar todo lo que podría haberme dado esa cotidianidad. Escucharlo más. Preguntarle mejor.
Un día, hace no mucho, me pidió que lo acompañara a inaugurar un posgrado sobre comunicación política. Después de repasar por tres horas la larguísima lista de autores que más lo habían influido, terminó su charla más o menos así: “Si hay algo de valor que puedo transmitirles es la importancia de leer. La experiencia sirve, pero no reemplaza la lectura”.
Palabras sabias en una disciplina que algunos pretenden ejercer solo con agenda periodística, relaciones públicas o gestión de redes sociales. Nadie tenía tanta experiencia acumulada como él, pero siempre tuvo la humildad de saber que el verdadero conocimiento se obtiene de los demás. No tenía la costumbre de invitarme a sus clases o conferencias. Ignoro por qué en esa oportunidad lo hizo. Decido creer que quiso dejarme una enseñanza.
Desde su muerte se publicó mucho anecdotario sobre Manolo. Más allá de algunas omisiones inevitables –fundó el diario Buenos Aires Económico, por ejemplo- y de ciertas imprecisiones recurrentes –no era abogado, como salió en todas partes-, en la mayoría de las semblanzas aparecen elementos idénticos. Lo describen como maestro de maestros, padre de la consultoría política o fundador de instituciones; destacan su personalidad afectuosa, su inmensidad intelectual, su generosidad profesional y sus hábitos moderados de bon vivant de otra era.
Reconocer en el Mora y Araujo público los mismos atributos que en el Manolo más íntimo, conmueve. También me hace imaginar cuántos, como yo, que lo admiraron, aprendieron de él y recibieron su cariño, deben estar sintiendo en estos días que perdieron a un padre.

Autor: juancourel

Un océano de conocimiento de 5 centímetros de profundidad.

2 opiniones en “Un padre”

  1. Juan, as lágrimas me vieram aos olhos!
    Um texto tão fiel a Manolo, que o estava vendo na minha lembrança.
    Este homem que você descreveu tão bem, ficará para sempre conosco.

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